lunes, 21 de mayo de 2012

Entrevista al padre don José Antonio. ¡A los cables, no! ¡Al cielo con ella!


Hoy tenemos el honor en este humilde blog, de publicar una entrevista con alguien muy importante en el mundo cofrade. Se trata del padre don José Antonio. Sacerdote de nuestro pueblo.





El poco tiempo que lleva aquí, ha sido suficiente para ganarse el cariño de los aguilarenses. Las homilías en sus misas, son tan cercanas y educativas, que se hacen muy coloquiales, y nos acercan la palabra del señor mucho más plácidamente.

Siendo natural de Sevilla, no hace falta decir que la sangre cofrade corre por sus venas. Costalero del Cristo de los Gitanos (en el centro de la foto, en 2009, último año de costalero, junto a sus dos hermanos), a la petición de ser entrevistado por este blog, no sólo aceptó, si no que además, nos dijo que era lector del mismo, algo que nos llena de orgullo y le agradecemos nuevamente desde aquí.

Pero no solo eso, el padre José Antonio, es historia viva de la Semana Santa.



Pocos son los cofrades que alguna vez, ante la inminente subida de un paso, no han gritado o pensado aquello de “¡Al cielo con ella!”


Pues esa frase, como la mayoría de las costumbres cofrades, tienen su origen, en la tan añorada por nuestro entrevistado, Semana Santa sevillana, y se escucharon por primera vez, de boca del abuelo de este, “El Balilla”.


Transcurría la madrugá del año 1952, cuando don Salvador Dorado, capataz del palio de los Gitanos, antes de dar el golpe de martillo, observó los cables del tranvía que pasaban por encima del paso, y para animar a sus costaleros, gritó:

-          ¡A los cables con ella!

Ante esta original exclamación, el abuelo de nuestro protagonista, don Ricardo Gordillo Díaz, “El Balilla”, contestó con una frase que quedaría para la historia:

-          ¡A los cables, no! ¡Al cielo con ella!


              
Después de este breve paso por la historia cofrade, os dejo con la entrevista. 


¿Se siente cómodo en Aguilar? ¿Se esperaba así el pueblo? Cuéntenos un poco de usted, sus raíces, su vida sacerdotal, su vida cofrade.


La verdad es que sí. Desde el día en que llegué me he sentido muy acogido y querido, en primer lugar por nuestro párroco, D. Tomás, que es para mi un grandísimo compañero y hermano en el ministerio, y luego también por todos los fieles que me demuestran su cariño, si bien no han faltado algunas personas de trato irrespetuoso con las que el servicio ha sido un poco más difícil. Pero por lo general estoy muy contento.

Respecto a mi vida sacerdotal puedo contar poco, porque si Dios quiere, el 23 de Junio cumpliré cinco años de ordenado, por lo que aún soy un cura novato al que le queda muchísimo por aprender. 
Mi vocación sacerdotal tuvo dos grandes pilares: mi hermandad de los Gitanos, de Sevilla y mi comunidad neocatecumenal, donde he podido vivir mi fe. 
Era algo que nunca me había planteado, ni si quiera se me pasó por la cabeza ser cura. Yo siempre quise ser bombero. Pero sin duda lo que me ha llevado al sacerdocio ha sido la oración de tantísima gente y la bondad de Dios que siempre ha apostado por mí y no ha tirado la toalla conmigo, y eso que mis muchísimos pecados se lo han puesto muy difícil, y se lo sigo poniendo (algún día espero llegar a la santidad). 
En el sacerdocio disfruto mucho con los sacramentos, pero el más especial es la confesión, porque llegan las personas destrozadas por el pecado y le tienes que dar una palabra de salvación de parte del Señor, y cuando sale se va con el perdón de sus pecados y una alegría inmensa, aunque me encuentro muchas veces con personas que creen no tener pecados y ahí la confesión resulta difícil. Descubrirse pecador es un gran acto de humildad y un don de Dios, por eso me impresiona tantísimo este sacramento. También el de la Eucaristía, saber que soy el primero en cada misa que toco con mis manos el Cuerpo de Cristo. Es algo que nunca sabré cómo pagar al Señor, aunque la parte en la que toca decir la homilía me sigue poniendo muy nervioso, es algo que no controlo.

Como cofrade, sencillamente decirte que cofrade me parió mi madre y cofrade moriré. Llevo desde chico sangre costalera, y no entendería mi vida sin la Semana Santa, por todo lo que significa para mi, porque desde chico he visto a mi abuelo, “el Balilla” decir ilusionado la frase que él mismo creó y que se ha expandido por toda la tierra, y que para mi familia es como una seña de identidad: ¡Al Cielo con Ella! Tengo guardada la ropa con la que salí por última vez de costalero, antes de la operación de hernia de disco que me apartó de las trabajaderas, para cuando me muera.


Como asiduo lector de este humilde blog, sabrá que solemos escribir de Semana Santa, y también de los actos litúrgicos de nuestro pueblo, por lo que, a modo de introducción, ¿Qué le parece la Semana Santa de Aguilar de la Frontera? ¿Se la esperaba así?

Para nada me esperaba una semana santa tan intensa y amplia. No solo por la cantidad de hermandades sino por la calidad de las imágenes y de los pasos. Cuando mis hermanos vinieron a traerme las torrijas que había hecho mi madre el sábado antes del domingo de Ramos, les di una vuelta por las iglesias para que vieran los pasos, y me dijeron: “Aunque  no vayas a Sevilla aquí vas a disfrutar con todo esto. Vaya pedazos de pasos que hay aquí”. Les impresionó mucho el paso de la Soledad, el del Cristo de la Expiración y el del Cristo de la Humildad.


¿Cuál ha sido su impresión, al ver que en un pueblo como el nuestro, de apenas 14000 habitantes, tengamos una Semana Santa tan completa, con más de 20 pasos?


Respecto a la impresión que me ha causado, pues la verdad es que por vuestra culpa me he quedado sin ir a Sevilla, jajaja, lo digo bromeando. Me ha impresionado cómo la gente se ha echado a la calle para acompañar a las imágenes, cómo ni siquiera la lluvia los ha retirado, como lo viví en la entrada de Jesús Preso, la Virgen de los Desamparados y la Hermandad de la Veracruz. He podido disfrutar con el ambiente y con el sentir cofrade del pueblo. En otros pueblos he visto a las imágenes solas por la calle y aquí no ha sido así. Me quedé sin ir a Sevilla, lloré con mi Gitano por internet, pero disfruté por las calles de Aguilar. Me dejaron estampas muy bonitas en mi memoria.



Sin embargo, en los últimos años, quizás por la gran cantidad de cofradías y el gran número de componentes de bandas o agrupaciones musicales, se está apreciando un problema que puede ser mayor, con el paso del tiempo. La falta de costaleros. Cada vez hay menos cantera cofrade. ¿Cómo cree que se podría solucionar el problema? ¿O estamos predestinados, a que en años venideros, algunos pasos salgan como hace 50 años, a ruedas, o tan siquiera, salgan en estación de penitencia?


Creo que todo está en la familia. La familia es el núcleo donde cada uno aprende todo, y si en una familia no hay raíces cristianas, no hay una vida de relación con el Señor, pues los niños poco podrán aprender. Así lo vemos cuando hacen la primera comunión y muchos padres no se preocupan de la vida de fe de sus hijos, y eso también influye y mucho en el sentir cofrade, porque queda todo relegado a algo tradicional y artístico, a algo tipo espectáculo. Muchos jóvenes no saben el verdadero significado de ser cofrades, de lo que implica en la vida pertenecer a una hermandad. Hay mucho miedo al compromiso. Y todo eso se inculca en la familia.




¿En ese aspecto, que le parece la cantera cofrade? ¿Conocía la labor de la Semana Santa Chiquita?


Me sorprendió y me alegró ver la iglesia del Hospital llena de niños cada uno con las túnicas propias de sus hermandades, y las réplicas de las imágenes que sus mayores portan en Semana Santa. Ver cómo imitaban todo, los movimientos, la forma de mandar de los capataces… las ganas que tenían por sacar los pasos. Pero como he dicho más arriba, es algo que hay que ir fomentando y alimentando ya que ahí está el futuro. Pero esa tarea tiene que ser de todos y no se puede quedar solo en “llevar un paso”. Hay que ir dándole una “columna vertebral” con una formación cristiana. Que nuestros niños sepan qué es lo que están haciendo, por qué lo están haciendo.



A usted, como sevillano y costalero durante 20 años, ¿qué le parecen los tronos portados a hombros, como la mayoría de pasos de nuestro pueblo? ¿No cree, que es una forma de conservar nuestra Semana Santa, continuar con estas tradiciones?

Siempre he sido de la opinión de que cada pueblo tiene su idiosincrasia propia. ¿Qué me gusta a mi más? Evidentemente me he criado entre costales y desde mi infancia me enseñaron el lenguaje de las trabajaderas, pero eso no significa que desprecie otra forma de llevar los pasos. Si yo pretendiese que todo fuera como en Sevilla estaría cometiendo un fallo grandísimo, que me impediría poder disfrutar de la fe de este pueblo. Creo que cada pueblo debe conservar sus tradiciones, lo que supone una riqueza y una belleza, sin por ello menospreciar a aquellas hermandades que por sus propios motivos han tenido que cambiar la forma de llevar los pasos a costal. Hay que aceptar a cada uno con sus formas y yo disfruto con ello. En los Blázquez, por ejemplo, el sepulcro iba a ruedas, y también me gustó.



Siguiendo con la Semana Santa de Aguilar, ¿cual ha sido para usted, el momento, o los momentos cofrades más hermosos vividos en este primer año en nuestro pueblo?

Ha habido muchos momentos. Pero si tuviera que destacar, de las que he podido participar, me quedaría con lo siguiente:

La subida de la cuesta a la parroquia, ya a la entrada, del palio de la Virgen del Rosario. Esas niñas que venían que no podían más y me hicieron vivir un momento de emoción subiendo sin parar entregándolo todo. Fue muy bonito y elegante, yo iba sufriendo por ellas, sencillamente: mejor ya no se puede.

La Virgen de los Dolores por la Calle Arrabal, con la luna llena sobre su palio, como un foco desde el cielo y la cara iluminada solo por las velas, unas estampa para el recuerdo. También la bendición de la Virgen. Nunca había visto a una Virgen dar la bendición. Y la chicotá a la entrada a los sones de Mi amargura, aguantando en el sitio. Precioso, de verdad.

El Descendimiento. Nunca lo había vivido, y esa puesta en escena tan excepcional… me gustaba imaginar que estaba allí en Jerusalén aquel mismo día en que murió el Señor. Hubo momentos en que los pelos se me pusieron de punta.

El Sepulcro por la villa. ¡¡Impresionante!! Ese silencio, todo tan lúgubre, el Señor muerto, el marco de los muros antiguos, el ambiente lluvioso… Un regalo para los que lo vivimos.

Y por supuesto, los sones de las tres bandas del pueblo, ¡qué manera de tocar!

Pero ya te digo fueron muchos, aunque destaque esos con más intensidad.



Al menos, en las cofradías que conozco, se dedica una cantidad, a caridad. ¿Cree que es suficiente? ¿Sería más cristiano, reducir costes de flores, música, y demás adornos, para poder contribuir más a obras caritativas, en estos momentos de crisis?

Eso forma parte del fuero interno de cada hermandad. Cada hermandad debe saber qué cantidad debe aportar a la caridad. Muchas veces el mejor adorno que pueden llevar nuestros titulares es aquel mismo adorno que les acompañó por tierra santa en el siglo primero: la humildad y la caridad fraterna. Con ello no quiero decir que no hay que gastar para llevar un cortejo digno, por eso te digo que forma parte de cada hermandad.



En este sentido, el Obispado de Córdoba ha hecho un nuevo decreto por el que las cofradías tendrán que aportar un 10 por ciento de sus ingresos anuales a la Diócesis ¿Cómo valora esta medida?

No ha sido una medida sólo para las hermandades, sino para todos. También cada parroquia debe contribuir con lo mismo. Es una forma de cumplir con el 5º mandamiento de la Santa Madre Iglesia, que podemos encontrar en el catecismo. En los últimos tiempos que estamos viviendo de crisis económica la Iglesia se tiene que auto-subvencionar sola y está sustentando a muchísimas familias, y si un hermano está pasando hambre en esta “familia numerosa” que es la Iglesia, es lógico y justo que entre todos contribuyamos a ayudarle. Muchos lo han entendido mal, como una forma de control, o para enriquecimiento del clero, y no es así. Por eso debemos estar formados e informados para que estas malas interpretaciones no tengan lugar en el seno de nuestras hermandades y podamos dar buenas razones de nuestra fe y defender a nuestro obispo.



¿Cree que se reconoce y valora suficientemente la labor de Caridad que realiza la Iglesia en estos momentos de crisis y de necesidad?


Yo no sé qué piensa cada persona, pero todo el mundo puede ver las estadísticas que hablan de Cáritas, de cómo se ha incrementado su labor y el número de familias a las que se atiende, que no para de crecer. Solo hay que mostrar un poco de interés para informarse de qué se está haciendo, y una vez sabido, que cada cual valore y reflexione.



¿Piensa que las hermandades tienen verdadera conciencia de que son parte de la Iglesia?


Más que las hermandades yo hablaría de los cofrades en sí. Las hermandades son Iglesia, desde siempre. El caso es lo que las personas queremos hacer con nuestras hermandades. Me encontré en un pueblo a una junta de gobierno que nos planteó que si se encontrase una cochera desde donde pudieran salir los pasos ya no necesitarían el permiso de los curas para hacer con las imágenes lo que quisieran, ni para salir cuando ellos quisieran. Estas cosas son las que yo llamo “jugar a los pasitos” sin tener en cuenta el verdadero significado eclesial de la hermandad. Eso se ha visto mucho en los cultos de algunas hermandades, donde la afluencia es poca en comparación con las salidas procesionales. O cuando una hermandad se ha quedado dentro por la lluvia y muchos hermanos con sus túnicas en vez de quedarse a rezar se iban a sus casas, porque, como me dijo uno en mi cara, “eso ya no interesa”. Ser Iglesia es mucho más que venir sólo a rezarle a nuestro titular, eso, como digo yo, es como el que entra en un restaurante, lee la carta, pero no come nada. Que no quiere decir que no haya que rezarle al Señor y a la Virgen. Hay que rezar, ¡y mucho!



¿No le parece, que quizás nos excedamos a veces de lo que es la Semana Santa? A menudo, da la sensación de que las cofradías confunden el “espectáculo” con el culto a sus imágenes.

Me reitero en lo mismo de antes. Es cierto que la salida procesional es como el culmen de todas las actividades del año, pero no es el fin ni el objetivo único de la hermandad. Cuando no ha habido una vida de fe, una vida de hermandad, en torno a nuestros titulares, asistiendo a los cultos, frecuentando los sacramentos, yendo a todos los actos que se propongan, pues todas las esperanzas están puestas únicamente en la salida, si la banda toca bien, si sale todo bonito… y si llueve todo se viene abajo y queda un vacío impresionante porque ha faltado ese relleno de vida de fe.



Por último, ¿Qué le sobra y qué le falta a la Semana Santa en general, y en particular en Aguilar?



Bueno, sobran las cofradías de la Madrugá, porque me impiden ir a Sevilla a ver a mi Gitano, jajaja. No, es broma. Porque fue impresionante el momento recogedor del viacrucis en la Iglesia del Carmen con todas las luces apagadas y los pasos del Cristo de la Expiración y de la Virgen de las Angustias encendidos y meciéndose al compás de las oraciones de los fieles que allí estábamos. Así como despertar en la mañana del viernes acompañando al Nazareno y al elegante palio de la Virgen de la Amargura. Sobrar? No lo sé, aún soy muy nuevo en este pueblo. Faltar sí veo que falta mucha formación, en todos los sentidos: cofrade y cristiana. El curso cofrade que hicimos de tan sólo tres días hizo notar esa falta de interés por la formación, mientras que si das un concierto de una banda, a la hora que sea, se llena la iglesia. Aunque en el curso, los hermanos que estuvimos lo pasamos muy bien, y yo quedé contento de la asistencia y del interés de estas personas. De verdad, “chapó” por ellos.




Sólo resta, agradecer por enésima vez su tiempo, y su amabilidad para con este blog. Muchas gracias don José Antonio.

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